10 de noviembre de 2011

'Northumbria, el último reino', de Bernard Cornwell

Hará cosa de medio año, gracias a la compañera Tempus Frangit del blog Azulianos Infames, descubrí una serie de novelas históricas sobre las incursiones danesas a la Gran Bretaña del siglo IX llamada Sajones, vikingos y normandos, del escritor londinense Bernard Cornwell. Y creedme, al menos la primera novela de la saga es más emocionante de lo que pueda desprenderse de este párrafo introductorio tan aburrido.

Habida cuenta de la sugerente recomendación, y como ex devorador de libros que intenta retomar los viejos hábitos de lectura, pronto empecé a leerme el primer libro de esta saga vikinga con mucha ilusión. Por desgracia, tuve mucho lío en el curro, luego surgieron otras cuestiones más apremiantes y aunque tenía pensado aparcar el libro solo unos días, los días pronto se convirtieron en semanas, las semanas en meses y... Bueno, ya sabéis cómo acaban estas cosas: con un libro triste y solo oculto bajo una capa de polvo. Creo que esta última frase es una de las muchas razones por la que ninguna editorial me citará jamás en la contraportada de sus libros. Algunas otras son la ausencia de cordura y mi reconocido desprestigio global.

No fue hasta el sábado pasado que, limpiándose la casa (hablo en reflexivo, porque yo, lo que es limpiar, no limpio, digamos que aparto la suciedad para que no se me coma vivo), volví a verme las caras con Northumbria, el último reino. Después de quitarle las telarañas y pasarle el aspirador, me puse cómodo en el sofá, botella de Coca-Cola de un litro a mano, y me leí la novela de una sentada. Cuando terminé, eso sí, tenía muchas ganas de mear.

El autor y dos amistosos vikingos.

El argumento es de los que captan el interés del lector rápidamente: Uhtred es el hijo menor de un noble sajón que se queda huérfano cuando los daneses arrasan el castillo de su padre y masacran a toda su familia. El chaval sobrevive de pura chiripa porque el jarl Ragnar, un cabecilla danés, se parte el culo de la risa cuando ve a un chaval de diez años atacándole torpemente con una espada que parece de juguete. A raíz de este incidente, Ragnar cría a Uhtred como si fuera su propio hijo y lo educa en las costumbres de su pueblo.

"... aquella noche, mientras bebía cerveza, me consideré danés. No inglés, ya no. Era danés y había recibido una infancia perfecta, perfecta, al menos, para las ideas de un muchacho de mi edad. Me habían criado entre hombres, era libre, corría a mi aire, no me estorbaba ninguna ley, no me incordiaba ningún cura, se me animaba a la violencia, y rara vez estaba solo".

En resumidas cuentas, que Uhtred se convierte en un hideputa de mucho cuidado que bebe, fornica y corta cabezas como el Conan de Milius. ¿A alguien le extraña que hasta ayer creyera que el nombre del autor era Bernard CROMwell? Si no tuviese la costumbre de consultar las fuentes antes de escribir, hubiera hecho un ridículo espantoso.

Sin embargo, el destino, las moiras, o lo que porras sea, acaba devolviendo a Uhtred al bando inglés, donde estrecha lazos con el rey Alfredo el Grande para combatir a los daneses, metiéndose así en un juego de lealtades y deudas de sangre sorprendentemente bien llevado.

Lástima la ausencia de serpientes antropófagas gigantes.

Northumbria no es un libro que invite a la reflexión ni una lección de historia, aun cuando Cornwell utilice esta acertadamente como telón de fondo para el relato de Uhtred, sino un dechado de acción e intriga narrado de forma creíble y descarnada, y con unas descripciones tan vívidas y detalladas que por momentos te hacen pensar que estás en la vieja Inglaterra, machacando cráneos, violando monjas y bebiendo cerveza con una hueste de vikingos; pero con la ventaja de no tener que oler a la chusma guerrera ni enfrentarte a una pila de denuncias por asesinato y estupro de aquí a la Luna. En resumen, Evasión +10.

Ahora tendré que hacerme con el segundo libro de la saga, a ser posible en algún saqueo o pillaje.

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