28 de noviembre de 2011

El desafío de las águilas (1968)

No me gusta el cine bélico. Muchas veces es pura propaganda patriótica y otras, un rollo patatero. El puente sobre el río Kwai, por ejemplo. Se dice que es un clásico atemporal, ganó siete Oscars y cuenta con una melodía inolvidable. Viéndola, aguanto despierto menos de quince minutos. Y no me hagáis empezar con Salvar al soldado Ryan.

Dicho esto, hay unas pocas películas de este género por las que siento debilidad. Una de ellas es El desafío de las águilas (Where Eagles Dare, 1968), basada en la novela homónima del aquí también guionista Alistair MacLean y dirigida por Brian G. Hutton, que coincidiría nuevamente con Eastwood en Los héroes de Kelly.

La trama se desarrolla durante la II Guerra Mundial y trata sobre un equipo de agentes británicos liderado por el flemático mayor Smith (Richard Burton) que vuela al sur de Bavaria acompañado por un teniente norteamericano (Clint Eastwood) con la misión de infiltrarse en el Castillo de las Águilas, una fortaleza casi inexpugnable. Allí deben rescatar a un compatriota del teniente antes de que los nazis le sonsaquen información sobre el desembarco de Normandía. Pero el mayor Smith sospecha que puede haber un infiltrado en su equipo. Y eso es solo la punta del iceberg.

Lo que más me gusta de El desafío de las águilas es que deja un poco de lado el realismo propio de otras cintas del género de su misma época, y se decanta por la aventura y el entretenimiento, pero sin llegar a convertirse en un festival de tiros y explosiones. Es más, para mi gusto, el mejor momento de la película se desarrolla alrededor de una mesa con gente parloteando, no disparando o volando cosas en pedazos. Y funciona, porque los diálogos son muy buenos.

Además, el excelente guión se ve acompañado de interpretaciones convincentes. Pese a que Burton ya le daba a la botella cosa fina por aquel entonces y Clint solo era un pipiolo que comenzaba a labrarse una carrera en Hollywood, nuestros protagonistas derrochan carisma por los cuatro costados y bordan sus respectivos papeles. Juntos conforman un dúo letal que confunde a sus enemigos antes de dejarlos como un colador.

Precisamente la buena noticia es que aunque la trama se desenvuelve lentamente, avivando el suspense en la mejor tradición del cine de espías, acaba con un clímax dialéctico repleto de giros y un estallido de acción formidable que incluso supera en número de muertos al último acto de Commando, con la diferencia además de que son nazis los que caen como moscas y no simpáticos mexicanos.

Y si lo anterior no os convence, os daré ocho razones de peso para ver esta película:

#1. Clint Eastwood, que impresiona con su sola presencia. Es cierto que no encabeza el reparto, dice cuatro frases mal contadas y es el "músculo" del equipo frente a un Burton inspirado y superlativo; pero, ¡eh!, mata nazis a puñados y eso debería bastar. Lo diré de otra manera: es Harry el Sucio versus la Alemania nazi. Un sueño hecho realidad.

#2. El über tupé. Es imposible tragarse que Clint engañase a alguien haciéndose pasar por oficial alemán con ese peinado, pero da igual. Nuestro héroe está en la onda. Cualquiera que fuera esa onda a finales de los sesenta, quiero decir.

♪ Grease is the word. It's got groove, it's got meaning ♪

#3. Nazis. Todo el mundo sabe que cualquier película mejora si le añades nazis. Pasa lo mismo con zombis, ninjas, dinosaurios y momias. Y lo mejor de estos nazis es que son expertos en palmarla, ya sea en solitario o en grupo, a cuchillo o fusilados, sigilosamente o en una explosión atronadora, a pie o motorizados... Si es que los pobres tienen peor puntería que las tropas de asalto de La guerra de las galaxias y parece que lleven una diana en la frente.

#4. Un oficial nazi con monóculo. No hace falta añadir más.

-Ich mag mein Monokel, du Idiot.

#5. Alemanes hablando en inglés (o español, según el idioma en el que veáis la película). Esto hace retrospectivamente hilarante uno de los motivos por los que seleccionaron al grupo de agentes para la misión: "Todos hablan alemán correctamente". El general podría haber añadido: "... aunque da lo mismo, porque esos condenados nazis conocen tan bien nuestro idioma como la receta de la Schwarzwälder Kirschtorte".

#6. El vestido tradicional bávaro de Ingrid Pitt, que realza sus encantos y da volumen a su personaje, atrayendo toda la atención hacia ella en sus contadas apariciones. En serio, toda mujer debería vestirse así por su pareja alguna vez en la vida. Yo, si queréis, puedo disfrazarme de oficial nazi o ponerme unos Lederhosen. Eso sí, por caracterizaciones a lo vampiro de Crepúsculo no paso. Odio la purpurina.

-Das ist gut, ja.

#7. El sensacional póster incluido bajo estas líneas. Esa esvástica en primer plano, Clint Eastwood sobre la cabina del teleférico disparando como un poseso, Mary Ure con la melena rubia al viento y una ametralladora en las manos, Richard Burton colgado de los cables cual espectacular Spider-Man, unos nazis cayendo al vacío, la fortaleza en llamas al fondo... No tengo palabras.

Puede ser un pelín exagerado, pero la de butacas que llenaría.

#8. La última hora de película. No os voy a estropear el final, pero os diré que consigue impresionarme siempre que lo veo. Intriga y espectáculo se alternan en un apogeo de sesenta minutos con una de las huidas mejor rodadas que veréis jamás.

Resumiendo, que El desafío de las águilas es un peliculón que brilla en todos los aspectos. No sé qué hacéis que no lo estáis viendo ya.

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